Hace algunos años estaba disfrutando de los pies de un amigo llamado Johel. Para la época él era menor de edad y se extrañaba de mis gustos fetichistas. Nadie nunca le había hecho nada en sus lindos pies. Me pareció entonces prematuro decirle que no sólo me gustaba oler, besar y chupar pies masculinos, sino que además me encantaba que estuvieran sudados y olorosos. Por supuesto que a él eso le pareció lo más extraño del mundo.
Una vez él comenzó a relatarme cómo eran los pies de sus familiares más cercanos y por supuesto, yo le escuchaba atentamente...