Ese martes iba yo muy apurado hacia mi casa después de salir del trabajo. Ciertamente, me salté la luz roja que indicaba el semáforo en un cruce de la ciudad. Sé que no debí hacerlo, pero, como no vi ningún peligro, me atreví a pasar así. Al poco tiempo se puso a mi lado un joven policía en motocicleta, quien con señas me ordenó que estacionara a la derecha. Me detuve un poco asustado, pues sabía que me pondrían una multa. Al bajar de mi automóvil se me acercó el agente y pude observarlo bien: tendría de 20 a 22 años, era alto, delgado, moreno claro, cabello crespo y corto al estilo policial, labios carnosos; en resumidas cuentas, un chico muy lindo. Por el uniforme, me di cuenta que pertenecía a la Policía Municipal. Al escudriñar su indumentaria, me percaté que tenía unas hermosas, lustrosas y excitantes botas negras que le llegaban casi hasta la rodilla. Ese detalle, junto con el porte del mismo, me excitó de inmediato. El chico balbuceó un poco para dirigirse a mí...
Click Aqui Para Seguir Leyendo